miércoles, 29 de febrero de 2012

PUS

Adiestrado como un buen can mordió débilmente a la carne verdosa con su ya gastada dentadura de mamífero errante. Pese a que le costó un trabajo arduo encontrar ese amasijo de sangre y energía él ya no poseía dientes fuertes que perforen al endurecido resto, por lo que tuvo que resignarse a no devorarlo. Comprendió por fin que su esqueleto cazador había menguado y que sus languidecidas y flácidas fauces eran más indefensas que la de un infante y que provocarían la risa incesante de cualquier anciano semidesdentado. Su cuerpo era semejante al de una larva, sus muñones envueltos en trapos y periódicos viejos escondían a sus extremidades necrosadas y llagas aún infectas, y por último su andar como el gatear de los bebés, o más precisamente como se arrastra un gusano inquieto y desesperado por mantenerse húmedo al verse vulnerable ante el despiadado sol lo llevó a la sombra de las alcantarillas donde se acercó tímidamente al flujo de la cloaca para beber un poco de agua, viendo con dificultad su figura reflejada se atrevió a examinarla detenidamente llegándose a fascinar con el espectáculo que veía, parásitos retozaban en su frente y sus ojos se movían frenéticamente como moluscos. En seguida cayó al torrente mugriento de donde tras haber tragado mucho líquido y haberse golpeado el abdomen y todo el cuerpo, pudo salir moribundo y confundido, él no podía distinguir donde terminaba su cuerpo porque pensaba que el vertedero infestado de inmundicia era una prolongación suya. Al instante recapacitó de su ridícula idea alejándose unos metros de la cloaca, al sentir que ya no podía soportar ni un segundo más el hambre vomitó sus vísceras al suelo y vertiginosamente se abalanzó a ellas para poderlas asimilar. Obviamente murió segundos después sin antes haber comprendido que su cuerpo desde un principio estaba infestado de vida y que su degeneración era parte de ella, en su organismo habitaba la radiografía de los principios de vida y de entropía: La Pus.