
En centenares de años de involución el hombre ha descubierto el tedio retratado en espeluznantes pasos de contaminación ambiental y racional , esta tecnología de punta es parte de la espada en nuestro cuello como muchos otros elementos cotidianos o inhabituales, todos ellos juegan el papel de una pequeña pieza de dominó, que complica aún más al bípedo encadenado a los signos y teoremas. Todo este sistema ya casi autónomo, organizado por títulos nobiliarios, corporaciones con marca registrada, códigos de barras, etc, cae sobre el hombre amoldándolo a gusto del mercado facilitando así el camino de la uniformización de consumidores y decremento de individualidad.
La dicotomía existencial: etérea y material nunca guardaron un vislumbre en sí mismo para un ser dotado de inteligencia, sólo basta ver la senda seguida desde el tropezón con el raciocinio. Confusión y desorientación se han apoderado del zombie con venas de estupidez, desde que la ganadora de la guerra ha sido la inteligencia frente al instinto. Este saco de vísceras arrogante pretende maquillar la insignificancia que posee en el universo con religiosidad, amores, fármacos, fanatismo y otros demonios.
Sería mejor aceptar la intrascendente travesía del hombre en este universo o en otros, para desarrollar nuevas artimañas que detengan la infección de estupidez y sufrimiento infecundo e infertil en la vida de los actuales inquilinos de esta parte del cosmos.